La Península Maya, sin selvas ya

Nací en Mérida Yucatán hace 50 y tantos años, de madre cubana y padre mexicano.
Entiendo que mis padres pensaron que la sociedad conservadora de la ciudad blanca, sería lo mejor para mí y mis otros 3 hermanos, dos hermanas y un compañero de aventuras.
Resulte ser la oveja negra de la familia y salí de aventuras desde muy joven.
De niños los yucatecos teníamos la fortuna de irnos 60 días a la playa a vivir, nuestros padres cargaban refrigerador, estufa, maletas y prácticamente nos instalábamos en Progreso, Chelem o Chixchulub.
Era común salir de casa después de desayunar y regresar al anochecer, no había inseguridad y eran kilómetros de playas para jugar fútbol, conocer muchachas, hacer fiestas nocturnas y fogatas, en el día bucear y arponear, me gustaba irme con los pescadores del lugar a tirar redes y palangrera, y regresar a las 4 pm.
Igual de niños viajábamos a Cancún, bueno, en realidad llegábamos a Puerto Juárez y a Isla Mujeres, que en Cancún apenas había un pedazo de ciudad con una Av Tulum del crucero al Ceviche, la Nader y la Yaxchilan llena de fayuca y electrónicos.
Llegábamos al Hotel Flamboyanes de la Nader.
Tengo recuerdos de atravesar lo que hoy es Puerto Cancún entre senderos y manglares, para ir a sacar langostas al arrecife cercano de enfrente a puro snorkel, aún guardo la imagen de un tigrillo que se nos cruzó en el sendero de terracería. O no se que felino era parecido a un jaguar y de un oso hormiguero.
Tengo recuerdos de tener la espalda ampollada de tanto snorkelear en el Garrafón de Isla Mujeres y otros recuerdos en Chan Arrecife, a un tiro de piedra de la playa y que hoy no existe, bueno, existe lo que fue en forma de rocas fósiles nos recuerda donde existió un arrecife de coral junto a la playa, pero ya no hay vida ahí, ya no hay nada.
Así me pasé la vida entre explorando, acampando, pescando y buceando por toda la Península de Yucatán y los que me conocen saben que mi naturaleza es la aventura y el ecosistema, conozco las entrañas de nuestro ecosistema karstico y sigo conociéndolo y explorando sus múltiples maravillas.
La sensación de bajar con equipo de buceo a una bóveda y ver ahí debajo sus kilométricos laberintos es indescriptible.
La magnitud de lo que yace debajo de nuestros pies es inconmensurable.
He vivido la costa desde pequeño y he buceado y explorando cientos de cenotes urbanos, rurales y en la selva.
Conocí en esa vida llena de aventuras a muchos otros aventureros y personas que me enseñaron el
valor de la naturaleza y la voz de la tierra.
Conocí a nuestros mayas, sus leyendas, su arte, sus tradiciones, su herbolaría y ufffff su gastronomía. Todo esto que no aparece en los folletos turísticos sigue ahí, en la selva maya.
Hoy, soy un híbrido, un resultado accidental de toda la experiencia vivida, una especie de vloggero ambientalista, un reportero vivencial me gusta llamarle. Me estoy haciendo viejo y la solastalgia se incrementa con la nostalgia por la aventura.
Soy solo resultado de mi resiliencia personal.
El corazón de un ambientalista tiene este defecto, considera tener derecho a protestar, por haber visto la belleza del ecosistema antes del impacto ambiental.
Por eso no nos entienden y piensan que estamos en contra del desarrollo y eso no es asi, lo qué pasa es que el desarrollo no causa emociones tan profundas, solo para el desarrollador.
Los ambientalistas somos enfermos emocionales, por que si vimos cómo era antes y amamos el ecosistema como era antes.
Por eso estamos locos y preferimos una palmera a una plaza comercial. Por eso podemos estar horas y horas, días enteros en la naturaleza y sentirnos abrazados.
Sentimos solastalgia y depresión profunda.
Por eso siento "solastalgia" que es una profunda depresión por la nostalgia al ver destruido lo que antes existía, es una enfermedad emocional, es dura, deprime, enciende, molesta y degrada el ánimo.
Se que muchos que se dedican a actividades relacionadas con la naturaleza llegan a sentirla, he visto las lágrimas de quienes vieron la vida donde hoy solo hay concreto.
Espeleobuzos, guías de turistas, fotógrafos de naturaleza, pescadores, aventureros, exploradores, científicos y activistas que son inspiración, todos ellos sufren solastalgia y depresión.
Pero es la misma naturaleza la que nos enseña también "resiliencia", por qué cuando sufre impactos ambientales primero resiste, si se deforesta rápidamente surge otra vez el verde, insiste, reitera y persevera. Cuando de plano no bastó la resistencia los seres vivos buscan adaptarse y vemos en ese proceso soluciones extraordinarias y fantásticas de palmeras con el tronco cuerveado o raíces de árboles capaces de atravesar el subsuelo a profundidades inimaginables para buscar agua. Luego de la resistencia y los intentos de adaptación, la misma naturaleza nos ofrece el cambio, la evolución y busca la forma de prevalecer.
A veces no le da tiempo, nuestro impacto es demasiado rápido, por ejemplo la vaquita marina que está al borde de la extinción. Hay mil ejemplos más.
Pero hay otros ejemplos inversos como las tortugas que cada día son más y más, que llegan a nuestras playas y que gracias a la protección han logrado revertir su riesgo de extinción.
Asi que esa tristeza que genera la solastalgia puede ser compensada por la resiliencia que aprendemos cuando entramos en comunión con el ecosistema.
Ánimo, hasta que solo quede un árbol seguiremos luchando ...
CAJA DE DATOS:
La Península de Yucatán alberga la SelvaMaya, el pulmón verde más grande de México. Sin embargo, esta región enfrenta desafíos ambientales significativos: 80% de la deforestación es causada por la ganadería y la agricultura extensivas, actividades con enorme impacto y mínima productividad.
Y no es cierto que la naturaleza se cobrara venganza, tanpoco es cierto que es el precio del desarrollo y menos que gracias a esto hay inversión.
El activo más valioso que tenemos es nuestra naturaleza, y el alma del desarrollo económico está en sus activos.