Nuestro futuro común

En 1987 salió a la luz mundial el Informe Brundtland para las Naciones Unidas, dando al traste por primera vez, en el contexto de la cooperación internacional, y eclipsando entre la postura del crecimiento económico contra la sostenibilidad ambiental.
Un planeta que había comprendido que lo que hacemos localmente afecta globalmente y que compartía un riesgo común: el calentamiento global.
Había países desarrollados que generaban el Co2 de 20 países subdesarrollados, y los recursos naturales muchas veces estaban en esos subdesarrollados pero eran explotados por el primer mundo, básicamente ese primer mundo estaba en el hemisferio norte de la Tierra.
Se hablo en ese entonces, de un nuevo orden mundial, era el 87 pero ya la Perestroika de Gorbachev (QEPD) marcaba la caída de la cortina de hierro comunista, el bloque socialista de la en ese entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviética arrastraba a toda Europa del Este y a la Alemania Socialista, la amenaza de una "destrucción mutua garantizada" del tipo nuclear entre las 2 potencias líderes de la geopolítica era el equilibrio del juego. Tan solo quedó en un juego de amenazas, pero era claro que lo que sucedía en lo local afectaba a todos, se había comprendido que todos estábamos en el mismo barco.
Habíamos comprendido que el planeta es uno solo y todos estamos en el, más allá de lo político, en 1989 cayó la Guerra Fría y llegó un nuevo orden mundial, basado en el Capitalismo, que surgió como vencedor, al mismo se le agregó la Globalización y las empresas pudieron expandirse por todo el planeta.
Se llamó en economía los grandiosos noventa, nunca antes la riqueza y crecimiento económicos habían superado las tasas de esos maravillosos noventas.
Pronto la humanidad entendió que la economía fiduciaria tenia como límites el capitalismo salvaje y comenzaron las burbujas financieras y las crisis económicas a causar estragos, no hay sistema perfecto, o mejor dicho, todo sistema es perfecto en teoría pero en manos de grupos de poder se distorsiona y tergiversa. También la corrupción se globalizó.
La globalización comercial se volvió financiera, la comunicación se volvió instantánea con la tecnología digital y el mundo se volvió una aldea económica.
No así en lo social, siguieron las fronteras, los visados y las restricciones arancelarias convirtiéndo el comercio internacional en materia de tratados comerciales, aunque hubo grandes avances como el de la Zona Euro.
Aquel espíritu impreso en el informe Brundtland solo se había logrado en la década de los noventa en forma parcial, aparente y según conviniera a los intereses de un nuevo orden mundial hegemónico y liderado por Estados Unidos y sus aliados.
También en éste contexto geopolítico y económico aumentó la producción, el avance tecnológico y comercial nos llevo a una década de impulso en lo urbano sin precedentes, crecieron las manchas urbanas, las zonas turísticas, industriales, la infraestructura, la expansión agroindustrial y nuestro sistema humano basado en el uso de energía se disparó al cielo, se aceleró el calentamiento global.
Actuar localmente pensando globalmente se quedó en retórica ambientalista para los foros y COPS, la realidad es que nuestro consumo de energía es descomunal y somos una humanidad adicta a la electricidad, todo funciona en torno a la misma y nuestro problema común es éste, no el consumo, la forma como generamos la energía.
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